Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo, 20 de enero de 2018.-
Sin ánimos de catequizar, pero con los pies y el alma en la tierra, NUESTRA TIERRA...
Posiblemente
hoy es mayoría la gente que no puede ni imaginarse la fuerte incidencia
subjetiva que tuvo en el movimiento popular uruguayo, en el correr de
los ´60, la situación de los cañeros de Bella Unión sindicalizados en la
ya histórica UTAA (Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas),
fundada hace casi 60 años.
“PELUDOS ATREVIDOS!!! YO LES VOY A DAR SOCIALISMO DE LA TIERRA!!!”
Aquella
inesperada y sostenida movilización cañera denunciando condiciones
laborales casi que feudales y la demanda de medidas que frenaran el mal
trato como si el "peludo" fuese un animal de carga, despertaron una
enorme simpatía en el pueblo trabajador y contribuyeron a aumentar un ya
gran espíritu de lucha entre el asalariado urbano organizado y el
estudiantado más joven y pobre, que abrazaron la causa de los cañeros
como propia (aunque no precisamente entre el grueso de los dirigentes
sindicales y partidarios de aquellos tiempos, sino sobre todo entre
buena parte de las bases trabajadoras más sensibles al problema).
Las
marchas cañeras movieron el piso de una oligarquía proimperialista
“pancha”, impune y ya súper enriquecida desde tiempos remotos, alarmada
no tanto por las elementales reivindicaciones puntuales de los
“peludos”, sino principalmente por las connotaciones ideológicas de su
consigna central: “Tierra pa´l que la trabaja / Por la tierra y con
Sendic” (éste, importante colaborador en la organización de UTAA, ya
entonces declarado “delincuente”, y requerido).
A
los “gauchos” de riñón cubierto y cintos con tachas de plata, sin 4 x 4
pero nadando hacía rato en la opulencia más vergonzosa, les quitaba sí
el sueño la mera idea de que hubiese explotados semi analfabetos y en
harapos proponiendo formas de vida socializantes que significaran
prescindir del capital y del capitalista (y los oligarcas saben muy bien
que la tierra, en sus manos, es eso: capital, herramienta física de la
opresión brutal de la explotación convertida en ganancia inescrupulosa
en perjuicio de la inmensa mayoría de la sociedad).
VEINTE AÑOS DESPUÉS DEL APAGÓN FASCISTA, BOÑATOS QUE QUEMAN
La
década cañera, que así puede llamársele a ese tenso y fecundo período
de nuestra historia, sucumbió como sucumbiò todo el movimiento popular:
el golpe fascista propiciado y planificado por esa preocupada oligarquía
“criolla”, barrió a mansalva con todo tipo de organización popular,
torturando y encarcelando a miles y miles de luchadores sociales,
incluidos unos cuantos “peludos”, la mayoría de los cuales recién pudo
reintegrarse a su medio natural una docena de años después,
reencontrándose con su querida UTAA todavía pujante y solidaria, aunque,
lógicamente, sin el empuje dinamizador de otros tiempos.
Veinte
años más debieron pasar hasta que se volviera a hablar de la situación
de los “peludos”, que, básicamente, seguía siendo la misma que la de los
`60 al menos desde el punto de vista económico, de la precariedad
laboral y de un sustento zafral que dependía del corte y la quema de
caña para beneficio de los grandes propietarios de la tierra
comprometidos en el “agronegocio” y otros curros del “neoliberalismo”.
El
15 de enero del 2016, otra vez en Bella Unión, unas cuarenta familias
cañeras ocuparon un predio de Colonización (Colonia España) que no era
utilizado como correspondía según la función social de las tierras
estatales administradas y suministradas por el INC, demandando que el
predio les fuera asignado a ellas no solamente para la explotación de la
caña, sino también para vivir y para producir otros alimentos
complementarios. La acción directa reivindicativa había sido concretada
no solamente por “peludos” asalariados afiliados a UTAA, sino también
por familias no asalariadas asentadas en pequeños predios, endeudadas y
sin perspectivas de sobrevivencia elementalmente decorosa.
Aquel
inicio de año que volvía a llamarnos la atención no solamente respecto a
la situación de los cañeros del norte, sino también de una gran
multitud de asalariados rurales de todo el país y de pequeños
productores familiares, era también el segundo año del gobierno
“progresista” a nivel nacional, y, por supuesto, enseguida pudimos
escuchar la pregunta de “¿por qué recién ahora y no con los gobiernos
blanquicolorados?” que se hacían unos cuantos de los que habían sido
especialmente en los ´60 fervientes defensores de la causa cañera y la
consigna “Tierra pa´l que la trabaja”.
Mujica,
con sus salidas dicharacheras y desafiantes, fue entonces el principal
cuestionador de la ocupación, y solamente reculó algo, públicamente,
luego de quedar pegado con la afirmación de que los “peludos” no podrían
cosechar siquiera unos boñatos en el predio tomado... Pocas horas
después, los “peludos” difundían una serie de fotos de magníficos
boñatos norteños plantados por ellos en Colonia España.
Pero,
mientras mediáticamente el gobierno golpeaba nada sutilmente buscando
adeptos entre los más humildes para estigmatizar a las “locas” familias
ocupantes, los “cuadros progresistas” planificaban la salida “histórica”
a la situación, con plena conciencia de que si se lograba romper el
bloque unido de los demandantes, de nuevo el tema de la tenencia
latifundista de la tierra, pasaría a muy segundo plano.
UNA SALIDA TRIUNFANTE, PERO ENSEGUIDA LOS PORFIADOS HECHOS
¿La
salida cuál fue?... Parcelas selectivamente asignadas, arriendos y
subarriendos, con el gancho de que lo producido sería adquirido por ALUR
y que esta empresa adelantaría algunos dineros a cuenta de la futura
producción.
El sencillo invento rompió el bloque
de los ocupantes, descomprimió la olla de presión, pero no pasó mucho
tiempo para que empezáramos a enterarnos de las quejas de los
“favorecidos”, endeudados en cifras impagables, tan pobres y tan
acuciados económicamente como antes, pero ya desmoralizados como para
reencauzar la pelea colectiva por la senda histórica y clasista
sintetizada en la consigna que seguirá quitándole el sueño a la
burguesía chupasangre del campo y la ciudad y a los “operadores
políticos” que reaccionan “propositivamente” cuando los burgueses ponen a
los peones-pilotos a exhibir el rutilante vuelo de sus 4 x 4 del aire
empujadas por el viento apocalíptico de la consigna “rentabilidad o
muerte”, antítesis categórica y reaccionaria de la consigna obrera,
revolucionaria y esperanzadora de “Tierra pa´l que la trabaja”.
LA CARNE DE CAÑON TIENE LAS MANOS LLAGADAS, SIEMPRE, CHÉ
La
realidad es porfiada y por más claro que tengamos que la burguesía en
sus diversas expresiones ha sido siempre muy hábil en materia del uso y
abuso de los mismos oprimidos por ella misma para conquistar cada vez
más poder y privilegios (desde la “revolución francesa” al menos), nada
cambiará de fondo mientras no asumamos e integremos adecuadamente a
nuestra lucha el tema de la tierra no como “cuestión de la gente de
campo” o como asunto romántico-telúrico, sino como lo que es: el tema
esencial, el que define el presente y el futuro, el punto número uno de
la lucha de clases, sin la más mínima duda.
Encarado
como relleno de plataformas y discursos, inserto como adorno “para
quedar bien con los paisanos”; relegado a no se sabe muy bien qué
segundos planos de “jerarquización estratégica”, discriminado como “hijo
ajeno”, estamos fritos. Seguirán haciendo punta los burgueses y sus
auxiliares “de izquierda y de derecha” para los que lo importante es la
ganancia y la renta y más nada.
Porque
la tierra no debe ser solamente para quienes hoy la trabajan, sino para
todas y todos los trabajadores que pueden trabajarla colectiva,
solidaria y sanamente respetando a la naturaleza, el medio ambiente, y,
sobre todo, la condición humana, en cada rincón del país, incluidas las
zonas semi-rurales que hoy también existen únicamente para la
especulación y el despilfarro, hasta en Montevideo, debiendo pagarse,
sin embargo, casi 200 pesos por un kilo de duraznos de baja calidad.
NO SERÁN LOS BURGUESES, NO SERÁ LA OLIGARQUÍA LATIFUNDISTA, POR CIERTO QUE NO
No
serán los burgueses, ni del campo ni de la ciudad, los que colaborarán
en la comprensión del rol estratégico de la tierra y del carácter
antipueblo del latifundio. Tampoco lo hará la gritería de barras bravas
fotografiando 4 x 4 y súper avionetas, fustigando a los pequeños y
medianos productores “por dejarse usar” por los “gauchos” de cintura
plateada, cuando en realidad lo que pasa es que estos sectores no han
sido tenidos debidamente en cuenta por quienes declaran tener objetivos
clasistas “muy claros” (no sólo entre dirigentes sindicales
pro-oficialistas, sino también entre mucha gente no oficialista que se
acuerda de los cañeros cuando acampan junto al palacio legislativo),
pero no hacen nada o hacen muy poco por potenciar y robustecer el
antilatifundismo y ayudar a entrelazar los vínculos naturales entre
explotados y oprimidos de donde sea, presa fácil, así como estamos, de
demagogos y oportunistas del pelo que sea, en campaña electoral y sin
ella.
“(...) SI LOS COMPAÑEROS QUIEREN INDIVIDUALMENTE SALIR ADELANTE, ESTÁN FRITOS (...)”
Para
finalizar y no cansar más, parece saludable recordar una apreciación de
alguien que también tuvo mucho que ver con la fundación y la pelea de
UTAA de ayer y de hoy. Decía en un reportaje hace nueve años Nicolás
“Colacho” Estévez, refiriéndose a “la salida progresista” del 2006 y sus
coletazos posteriores:
“(...)
Es fundamental la cooperación; si los compañeros quieren
individualmente salir adelante, están fritos. El modelo no está
orientado a proteger la propiedad chica o mediana, está para lo grande.
El agronegocio es una aplanadora, y el modelo económico que se aplica en
el país no está en función de la pequeña ni de la mediana propiedad
(...)”.
(Y también
parece saludable no olvidar una anécdota ocurrida en la previa de una
marcha contra Aratirí y los megaproyectos en Treinta y Tres, hace unos
pocos años: llegaron dos ómnibus repletos de gente procedente de varios
puntos del sur del país, al mediodía. Se les esperaba con un almuerzo en
el predio de una comisión de fomento local... El asado con cuero era
una auténtica tentación, pero el alma de los visitantes se vino al piso
cuando vieron a decenas de peones al rojo vivo, asando y asándose en
nombre de los patrones... ¿Quiénes comieron el asado?. Nunca lo
supimos).
Cada cual
hará lo que entienda debe hacer el 23 de enero en Durazno o donde sea;
ni empieza ni se termina nada ese día, y hasta es probable que la
jornada “de protesta” se convierta en el festejo del “afloje completo”
del gobierno, un gobierno que, como todos los gobiernos, debe estar
imaginándose qué representaría una movilización nacional y sostenida
contra su política económica y contra la burguesía tramposa, pero
surgida bien de abajo. De ese abajo que no grita “rentabilidad o muerte”
y que un día gritará, en coro magistral, sin transas y sin
aspiraciones burguesas o pequeño burguesas:
¡¡¡TIERRA PA´L QUE LA TRABAJA!!! ¡¡¡TIERRA PARA TODOS!!! ¡¡¡MUERTE AL LATIFUNDIO!!!.
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