sábado, 15 de marzo de 2014

La política como alineación

Editorial de la revista Punto a Punto


Decía el orador y político griego Demóstenes, allá por el siglo IV A.C, en su primera filípica y hago mías sus palabras: “Sé que al valerme de esta franqueza ignoro lo que se deducirá para mí de las cosas que diré”.
En nuestras editoriales anteriores venimos analizando el concepto de ésta, nuestra democracia participativa, o si quiere delegativa, donde los mal llamados políticos se han adueñado de nuestra política.
De ahí que hemos intentado avanzar en nuestra reflexión analizando el porqué de la despolitización de la política y recientemente de la democracia como forma de vida comprometida, porque sin la participación ciudadana directa, en las cosas que son propias, toda democracia es manca. Hoy abordaremos la política como alienación, recurriendo a los orígenes de la política.
Tiempo atrás hemos visto como en Grecia, en los inicios de su vida democrática, el “ágora es decir, la plaza, era el lugar predilecto de los ciudadanos para decidir sobre los asuntos públicos, es decir sobre “la res pública”, que les eran propios.
En Roma por el contrario, la política era dirigida a objetivos privados, es decir a los intereses de las familias nobles romanas, que eran los llamados patricios, que precisaban defender sus riquezas y la explotación de las tierras.
Toda semejanza de lo que pasa en nuestra realidad ¿es pura casualidad?
Observe el cambio entre la política ejercida en Grecia por y para el pueblo… y la de Roma que defiende los intereses particulares de una clase social y tome nota para poder entender lo que pasa con nuestra política en la actualidad. Y ahí encontrará la respuesta a nuestra pregunta ¿es pura casualidad?
La política de nuestros políticos responde a la realidad romana y no a la greca, y ahí comienza la primera muestra de lo desvirtuado de nuestra democracia.
La palabra PATRIA, de origen romano, denuncia este origen familiar y deriva del “pater familias”, porque los nobles romanos, reitero, eran los patricios.
El poder concentrado en el ESTADO era el protector de los patricios, clase alta y adinerada romana, que imponían al pueblo los tributos e impuestos.
Siga observando la similitud de lo que pasa en nuestro medio con nuestra política y nuestros políticos.
La actividad política de los romanos, a diferencia de los griegos, consiste en una relación entre el protector (EL ESTADO) y los protegidos y se efectúa mediante el derecho romano, que garantiza la interferencia del Estado en la propiedad privada. Nada que ver con la relación “ciudad-estado” de la política griega, donde prima la voluntad popular.
Entre una y otra política, la revolución francesa ofreció una alternativa: la participación directa en política de la ciudadanía; pero una vez más la burguesía francesa se encargó de invertir el proceso.
Como vemos, el Estado moderno, bajo el tan mentado “bien común”, mantiene intacto el modelo romano, y bajo “el progresismo y el pragmatismo” modernos, nuestros gobiernos reniegan de sus principios fundacionales.
En síntesis, la ciencia política, como era entendida inicialmente por los griegos ha desaparecido, y ha sido sustituida por otras ciencias creadas por el hombre.
Normalmente las sociedades modernas se asientan sobre el siguiente trípode: la economía, la política y la ética, instancias éstas que se entrelazan, pero siempre debería ser en el siguiente orden: la economía obedece a la política y la política se somete a la ética, pero a partir de la revolución industrial del siglo XIX, más concretamente del año 1834, la economía empezó a despegarse y a renegar de la política y a soterrar a la ética, dando lugar a la economía de mercado, libre de cualquier control y de cualquier límite ético. ¿Hoy quién puede ignorar que son los capitales quienes mandan y nuestros gobiernos se han vuelto títeres? Capitales que tienen nombre propio: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Multinacionales, etc., etc.. Quizás ahora entienda mejor el porqué de nuestra insistencia sobre la necesidad de iniciar en nuestras aulas una auténtica educación cívica, y del porqué proponemos un cambio radical de este sistema perverso, que aliena nuestra conciencia ciudadana a partir de una Constituyente convocada por nuestra gente para cambiar esta nuestra Constitución.


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