Ante los hechos de notoriedad que van y vienen en
nuestra vida política y que nuestros políticos se esfuerzan por excusarlos como errores, se me permita una
reflexión filosófico-social-política sobre la ética y la política.
Sin ética no hay política, si por política
entendemos un servicio a la comunidad y no un negocio para unos pocos
privilegiados, porque política es el
arte de gobernar, como actividad de
regir los asuntos públicos, que
pertenecen a la sociedad y no a intereses de grupos partidarios y sociales.
Es un error creer que todos los políticos están
imbuidos de esta doctrina, de valores nobles, que defienden los derechos de
todos los ciudadanos. No están blindados, como no lo estamos nosotros los
ciudadanos, ante las seducciones capitalistas, ante los atractivos del
individualismo, la vida frívola, ante la tentación del acomodamiento de puestos
y cargos políticos cediendo a la tentación del poder y del dinero
desinteresándose ante el sufrimiento y las carencias de su pueblo, prometiendo
pero no cumplimiento.
No olvidemos que el bloque socialista se desintegró
antes de cumplir un siglo. La Unión Soviética se desmoronó y los países que la
integraban adoptaron el capitalismo como sistema económico y sinónimo de
democracia.
¿Y qué es lo que está pasando con los países que
tienen gobernantes llamados socialistas, caso Francia, Grecia, España y en
nuestra América Latina, qué paso Con Perú, Paraguay, México. Y qué decir de quienes hoy nos gobiernan que
se profesan de “izquierda”, socialistas, cuando se dan de bruces (abrazan) con
el sistema económico capitalismo rindiéndose
a los capitales?
Los ideales del socialismo de reducción de la desigualdad
social; la garantía de pleno empleo; la salud y la educación gratuitas y de
calidad; el control de la inflación. Todo ha desaparecido como por arte de
magia para dar lugar a las características deshumanizadoras del neoliberalismo
capitalista, para dar lugar al individualismo, al hedonismo, a la explotación
de la fuerza de trabajo, a la apropiación privada de los bienes de la tierra, a
la especulación financiera, a la degradación de vida humana a través de la
prostitución, de la industria pornográfica, de la criminalidad, del consumo del
alcohol y del tráfico de drogas.
Esto es lo que nos ofrece el neoliberalismo
capitalista en lugar del bienestar
personal y social.
No creamos que por llamarnos revolucionarios,
socialistas ya lo somos, cuando se viven
los valores neoliberales capitalistas. Nadie puede profesarse ni
revolucionario ni socialista si opta por el camino neoliberal capitalista No se
trata de creerse, sino ser en la vida de todos los días, porque la revolución
se hace todos los días
La corrupción es una hierba mala, como toda droga,
inherente al capitalismo y está adherida al sistema político neoliberal
capitalista como el botón al ojal. Y nuestros políticos están sujetos a estas
influencias nocivas, que no sólo los perjudica a ellos, al sistema político en
general, sino también a toda nuestra sociedad.
Pero, usted se estará preguntando ¿es posible
alcanzar la utopía ética en la política? Si, es posible, pero para ello es
necesario volver a conquistar la ética de la política. De ahí la necesidad de
una profunda reforma política. Crear una institucionalidad política que nos
impida caer en la tentación de la lucha por el poder.
Y esto sólo será posible en un sistema en el cual,
en primer lugar no exista ni la impunidad ni la inmunidad, porque no alcanza
con represión y castigo. Y para ello habrá que cambiar esta nuestra
Constitución, para que no haya corruptores y corrompidos.
Y en segundo lugar educar, educar y educar desde
temprana edad en las aulas, formando seres humanos, felices, dignos, dotados de
conciencia crítica, participantes activos en la vida política y no meros
espectadores, hombres con ganas de trabajar en pro de una sociedad más justa; y
no capacitar solamente mano de obra especializada o cualificada para el mundo
mercado. ¡Cuanto tiene que hacer nuestra educación a favor de estos cambios
para lograr una conciencia crítica y política, que se consubstancie con toda la
sociedad!
Camino difícil y espinoso, pero habrá que empezar
de una vez por todas, aún errando, porque en el error también se aprende, si
sabemos reconocerlo a tiempo.
Todo sirve, cuando se trata de compromiso social,
desde una visión crítica de los hechos a una movilización social o a la
recolección de firmas para lograr un plebiscito, o para solicitar al
Presidente, que no firme el contrato con Aratirí, pero siendo conscientes que el político es un ave fénix, que se ríe
de nosotros, porque cuenta con una masa acrítica y abanderada, que es lo que le
importa no perder y a la cual tiene sometida. Y sólo removiendo los cimientos
de su institucionalidad, se podrá cambiar esto. Hacen falta propuestas que
remuevan dicha institucionalidad política partidaria. Nuestra propuesta está
ahí.
Y concluyo: Normalmente las sociedades se asientan
sobre el siguiente trípode: la economía, la política y la ética. Estas
instancias se entrelazan en una sociedad funcional, pero siempre en este orden:
la economía obedece a la política y la política se somete a la ética.
Pero a partir de la revolución industrial, en el
siglo xix, más exactamente a partir de 1834, la economía empezó a despegarse de
la política y a soterrar a la ética, porque surgió la economía de mercado,
libre de cualquier control y de cualquier límite ético, que las propias
dictaduras se encargaron de imponerla.
Ahora puede entender lo que está pasando en nuestra
vida política, donde la ética ya no cuenta y la política, aunque no se diga,
está sometida a las decisiones de los grandes capitales.
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